Observaba las nubes como nunca lo había hecho, escuchaba el
sonido de las teclas del ordenador mientras estas eran golpeadas por las yemas
de mis dedos. Una sensación que adoraba. El viento calaba mi cuerpo, pero aún
así, era uno de esos días que tanto le gustan a todo el mundo. Soleados, donde
no llueve, donde la gente queda con sus amigos para hacer cosas increíbles o
cosas llenas de hipocresía. En fin, a mí eso me da igual, odio esos días, odio
este día, odio todos los días que pueda haber. No, eso es una exageración, no
odio todos los días pero este en especial sí. Yo soy de esas personas que aman
los días de lluvia, nublados. Cuando respiras en una tormenta sientes que
puedes encontrarte a ti mismo en toda esa soledad. Pero hoy no tocaba ser
feliz, hoy tocaba sentirme vacía, perdida, olvidada, alejada de todo. Aunque
hubiera personas cercanas, en realidad estaban a kilómetros de distancia. Con
esto no quiero decir que sea una egocéntrica, simplemente que en este momento
el mundo no me necesita. Más bien, que yo necesito al mundo, pero este no
quiere brindarme su mano. O quizás, no sé como amarrarme a ella y liberarme de
toda esta ira que se apodera de mí.
Pasaba mis dedos por el césped, húmedo, como si eso fuera a
servirme de algo. Pero la verdad no encontré nada con eso, solo sentirme más
perdida. Hay dos clases de personas, las que acarician el césped y las que lo
arrancan. Yo soy del segundo grupo, como ya habréis podido averiguar después de
las infinitas tonterías y paranoias que puedo decir a lo largo del día.
Eso es una de las cosas que me hace ser inaguantable para el
resto del mundo. Pero si ellos no me animan, al menos lo hago yo misma.
Y todo seguía igual, mi mente dando vueltas, mis manos
siendo lavadas una y otra vez, las cosas siendo ordenadas por números, las
escaleras siendo subidas de una forma peculiar y extraña… Sí, probablemente
podáis pensar que soy extraña, o más bien, que estoy enferma. Pero me conformo
con pensar que simplemente estoy loca.
Últimamente me daba absolutamente igual todo, o eso quería
pensar yo. Pero lo único que hacía era perderme yo misma en un bucle infinito
incansable de cosas absurdas y sin sentido. Lo que se puede definir en
simplemente caos. Pero a pesar de lo que se pueda pensar, el caos me gusta. En
realidad es una grata forma de ordenar las cosas.
No siguiendo las pautas de lo que hace la masa, ni los
animales, ni siquiera la propia naturaleza en su más puro estado. No,
simplemente, encontrando lo que de verdad eres.
La gente se estresa y se deprime porque no se encuentran,
porque piensan que no son nada, que cuando mueran (cosa que les aterra) no habrán dejado huella en el mundo.
Yo no creo que esa actitud lleve a ninguna parte. Es algo de
lo más egocéntrico. ¿Qué más da que tras tu muerte nadie sepa quien has sido?
¿Qué más da perderte en las millones de generaciones que existirán? O más bien…
¿Qué más da que nadie recuerde tu nombre?
Tan solo es un nombre y unos actos. Lo primero ni siquiera
lo eliges tú y lo segundo, a decir verdad, en muchas ocasiones y para muchas
personas que se dejan influenciar por todo, tampoco.
Esas personas, con esos pensamientos, se pierden en el
futuro, siendo autómatas durante toda su vida, porque no saben apreciar el
valor del anonimato. La clave para conseguir saber quién eres es simplemente
saber buscar en el sitio correcto. Y el sitio correcto no son los millones de
personas que te rodean, eres tú y lo que se esconde en tu interior.
Como decía, estoy loca, nada demuestra lo contrario y ha
llegado un momento en el que me da igual estarlo.
Seguía sumiéndome en mis pensamientos cuando me vino una imagen a la mente.
Seguía sumiéndome en mis pensamientos cuando me vino una imagen a la mente.
Salía a la calle, ese lugar donde la atenta mirada de todo
el mundo se dirigía a ti, por una sencilla razón, ser diferente, al menos en
ese lugar.
Pero ese día era distinto, blandía una espada. De la nada
empezó a brotar un fino hilo musical que reconocí al instante. No era como esos
de los supermercados, pastelosos, que en lugar de tener ganas de comprar comida
o cualquier cosa que se precie, tienes ganas de vomitar y de matar a toda esa
gente que te rodea, pero no, en lugar de eso pasas inadvertido y te consumes
poco a poco. Pero de matar gente va la historia, no nos desviemos. La canción
que sonaba en ese momento era la banda sonora del videojuego Skyrim… “Dovahkiin Dovahkiin Naal ok zin los
vahriin”. Me infundó la energía necesaria para hacer lo que hice a
continuación. La gente miraba hacia el cielo, sintiendo pánico al sentir que
alguien, o algo, había puesto banda sonora a ese día y a ese momento, y no
estaban dispuestos a aceptarlo. Pero antes de que pudieran actuar, hendía la
espada en sus cuerpos, que momentos después caían al suelo, sin vida, dejando
un charco de sangre a su alrededor. Un pueblo consumado a manos de una joven
loca, hastiada del mundo. Más tarde llegó el fuego, todo se llenaba de llamas,
que a su vez se mezclaban con el hedor a cadáveres y a sangre.
Estas son todas esas cosas que piensas y que nunca haces… Desvaríos mentales que crean sonrisas irónicas hacia un lado, un tanto sádicas y macabras en momentos normales de la vida cotidiana que te recuerdan tus pensamientos.