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viernes, 2 de septiembre de 2011

La dama desnuda.

Pondré ya por fin todo lo que he encontrado antiguo para no perderlo y aprender de mis errores, aunque haya tantos...

Observo en la lejanía, el rostro de una hermosa dama. Ella ilumina el horizonte con su dulce sintonía, sus cabellos resbalan sobre su piel, rozan sus mejillas. Viste una túnica blanca, que goza

de libertad. Sus rasgos son fuertes y sinceros. Pero la armonía desaparece, porque ella me ha descubierto, sus ojos penetrantes, azules, no se apartan de mí. El pánico me invade, pero, soy fuerte y resisto. Ya no existe lejanía entre nosotras, ella se acerca y con una sutileza inquebrantable alza una daga y se la clava en el corazón. Su blanco y puro vestido en pocos instantes se vuelve de un color rojo carmín. Cae al suelo como un felino. Con seguridad y firmeza ella yace en el suelo. Su corazón ha dejado de palpitar. Pero de su cuerpo sale la esencia, más bella aún que cuando estaba viva. Es una sustancia de un color indefinido. La vida rebosa en ella, mucho más que antes, ha muerto, pero su felicidad es indescifrable. En mi cabeza escucho algo, que en un principio no percibo, pero que cada vez me llega más hondo. Surca mi alma, intentando comunicarse conmigo y sin duda lo consigue.

Aquello que observe, fuera lo que fuese esta en deuda conmigo, porque yo supe la grandiosidad de belleza que emanaba su interior.

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