Otro relato con el que participé un concurso es este...
La música recorría mi interior, me infundía la energía necesaria para transitar las calles y llegar por fin a mi destino.
Como cada día en ese momento, todos los problemas que me acechaban se borraban de mi mente y me unía a aquella muchedumbre ajetreada que se cernía ante mis pies. Observaba a todas esas personas que a ritmo frenético deambulaban por la ciudad sin pararse a mirar, ni tan siquiera a las personas que les saludaban amablemente.
Visto así, parecería que se trataba de una película de terror donde persiguen a todo el mundo amenazado. Pero nada bloqueaba sus sentidos, tan solo ese miedo irracional al tiempo.
El tiempo, ese enemigo que provocaba a todos una necesidad innata de no pararse a pensar que ocurre en su vida.
Yo miraba a todas partes sonriendo, deleitándome con todos los adultos que andaban fríamente. Temía no siempre verlo con los ojos del adolescente que soy, y ser algún día como todos los viandantes de miradas vidriosas que no detenían la atención de cualquiera.
Tenía miedo a no sentir esa euforia al detenerme ante un músico que intenta mejorar su vida y la nuestra. Él, sin miedo al tiempo, solo a la espera de nuevos rostros excitados por su excelente trabajo.
Miedo a hacerme prisionero de las horas.
Miedo a vivir una monótona vida, sin sobresaltos, no locuras.
Miedo a no ser feliz.
Y como toda historia, surge atada a una canción...
"Love hurts...But sometimes it's a good hurt."
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